miércoles, 16 de marzo de 2011

FLORENTINO BUSTOS ESTUPIÑÁN (Ipiales, 1893 – 1971)

FLORENTINO BUSTOS ESTUPIÑÁN
(Ipiales, 1893 – 1971)
Por
J. Mauricio Chaves-Bustos

Florentino Bustos Estupiñán, constituye, sin lugar a dudas, el epítome del escritor de oficio. Así se lo conoció en Ipiales, su amado pueblo, su ensoñación, meta de todos sus esfuerzos y desvelos literarios. Desde temprana edad tomó como vocación el ejercicio de escribir, tanto en los incipientes periódicos que circulaban a inicios del siglo XX en el Sur occidente colombiano, como en la prensa de otros rincones de la patria, inclusive su obra poética fue seleccionada en los Cuadernos Hispanoamericanos, de la Casa Maucci de Barcelona, donde, por demás, inaugura en cierta medida, el ejercicio de reportero gráfico en Nariño, ya que aparecen en dichos cuadernos una serie de fotografías del Ipiales de antaño, así como alusiones a estas tierras del Sur colombiano. Hizo de periodista, de historiador, de gramático, de difusor cultural, bien desde sus propios periódicos como Nubes Verdes, Sur de Colombia o la Palabra o en esa serie de bellas revistas y periódicos de la región, en donde discurrían serios debates sobre el acontecer ciudadano, la política, la cultura, el civismo, todo enmarcado con el piélago del respeto y el sano criterio. Así era Bustos.
Pero se lo recuerda como Poeta, El Poeta, en Ipiales, hasta hace algunos años, era alusión a Florentino Bustos. Pero no fue un titulo gratuito que le obsequió su pueblo. En su auto apostolado literario, se detuvo en la lectura de los grandes clásicos de la literatura castellana, por eso su estilo soberbio, cuando no fastuoso y siempre lírico. Se reconoció como un sujeto con un propósito especifico en la vida, la de escribir, y a la par, la de servir y sentir con las entrañas el amor a su pueblo:

¡Amo al pueblo también! Quién no se inspira
ante tanta bondad, tanta grandeza
por eso, en mi cantar y en roca lira
¡el corazón le doy y mi altiveza!

¡Amo al pueblo también! Mi alma suspira
al verlo perseguido con rudeza;
ufano, con fervor me enciendo en ira,
como león de indómita fiereza.

¡Amo al pueblo también! Es mi tesoro,
es mi honda inspiración: numen, cordaje.
¡Amo al pueblo también! Respeto imploro

para el fuerte titán, por su coraje...
¡Amo al pueblo también! Solo, contrito
oraré yo por él, al infinito.

La palabra fue su aliento. El verbo lo reclamaba insistentemente, lo hizo su cofrade. La pluma le fue consustancial a su existencia. Por eso admiraba, no sin razón, a aquellos grandes que entendían que el oficio de escribir es la esencia de la humanidad, Bustos entendió que mediante la escritura se podía dejar no solamente testimonio de la razón, en una epísteme que busca afanosamente el desarrollo, en una herencia occidental que nos pesa y nos pesará siempre, sino que también en la palabra poética se podía dejar constancia de lo entitivo, de lo pulsional, no es ya la razón obtusa en el capricho del progreso, sino el testimonio del sentimiento, de lo inconsciente, ya que Bustos también fue presa de una transverberación donde sentía, no como Santa Teresa dolor de amor en Dios, sino dolor de amor en la palabra misma, bueno, San Juan equipara a Dios con el Verbo, no en vano decimos que Bustos, tan creyente también, transverberara en la palabra.

Yo no puedo callar: aunque mi grito
se pierda en la mudez del firmamento,
yo no puedo callar... En lo infinito
¡brillará rutilante el pensamiento!

Yo no puedo callar: se que proscrito
me lanzaré al azar con ardimiento...
Tendré la consistencia del granito
¡y del Sol el perenne lucimiento!

Yo no puedo callar: nunca se abate
quien tiene un ideal, la Poesía.
Yo no puedo callar: en el combate

fustigaré el error, la hipocresía.
El cóndor sólo cae al golpe fuerte
del ala inexorable de la muerte.

Bustos tuvo también la vida del poeta clásico. Sus faenas diarias transcurrían entre la conversación, la escritura, los paseos por la ciudad o sus alrededores, las visitas a los amigos, los colegas. Eran otras épocas, donde en los cafés se hacían verdaderas tertulias literarias, donde Bustos, como lo anota Leopoldo López Álvarez, se destacaba por algo que fue cualidad en él, el repentísimo, donde improvisaba sonetos, romances, en un estilo perfecto y con una armonía depuraba que asombraba a neófitos y a expertos. Terno de vestimenta, en diario luto por todo aquello que moría a cada instante. Sombrero Borzalino, bastón y mostacho a lo Chaplin. Solteron empedernido, aunque pulula el verso firme por los amores que seguramente fueron, y sobre aquellos imposibles, su poesía está cargada de ese amor físico contenido, pero también muestra la firmeza del hombre que ama en, con y desde el espíritu, propio de la corriente poética en la que se matriculó y se reconoció, la del romanticismo, aunque también es moderno y algo parnasiano, es decir que confluye el sentimiento y la belleza trazados en rimas y estructuras literarias perfectas; esa carga relacional contenida en un celibato poco comprendido, aflora y se hace éxtasis en su palabra, la poesía es el torrente que le permite descargar toda esa fuerza contenida, de ahí un erotismo sutil en sus versos, la insinuación del caballero que desea pero que se contiene, es el ejercicio del subconsciente que debe manifestarse frente a la pulsión contenida

El amor es así. Luce sus dardos
para el hombre que aprecia con locura;
la reza adoración, sus albos nardos
los oculta el crespón de la negrura.

El amor es así. Punzantes dardos
con crueldad los clava en su bravura,
en los pechos dejando de los bardos,
raudales eternales de amargura.

El amor es así. Es poesía,
plegaria cuando vuela en el suspiro;
cadenciosos poemas, fantasía,

sublimados en músicas y llantos;
espíritu hecho sangre en lento giro
en cantares del ser en sus quebrantos.


Por eso este homenaje que se hace a los poetas Bustos y Pozo es un homenaje también a la tierra vernácula, al amor, a la fraternidad, pero por sobre todo, a la palabra। Démonos la licencia de imaginar en esta Rumichaca, no que nos divide, sino que nos une y nos hermana, de ver a Bustos y a Pozo estrechados en el abrazo fraternal de la poesía, de saberse un solo pueblo, Ecuador y Colombia, en la confluencia de una historia y de unas tradiciones que nos son comunes; de imaginar sus voces que hacen eco con el torrente del Pastarán en la declamación del verso natural. Estos hermanos Poetas, vuelven hoy a retornar al puente ancestral en la frontera imaginada, para elevar nuevamente la voz en contra de toda injusticia y de todo oprobio que se haga a sus pueblos. Porque entendieron que la confluencia de las razas forjó a un hombre libertario por esencia, que repele las cadenas y las usuras, el hombre americano, el “Hombre Páramo”, el hombre capaz de seguir la enseña montalvina de la denuncia ante toda injusticia social, aun a costa de su propio bienestar. Hoy venimos a reafirmar, en la palabra de Bustos y Pozo, que estos pueblos nunca se han separado, nunca se han dividido, que su dialéctica jamás ha renunciado a confluir entre pueblos que se saben y se reconocen como hermanos, pese a las querellas de poderes ajenos que legislan desde la extrañeza de la comarca. Venimos a decir, como lo dijo Bustos:

Ecuador, oye el canto,
escrito con pasión de colombiano;
es con sangre, con llanto,
con alma de hermano
que tiene corazón de americano.


Bogotá, marzo 16 de 2011.